Guasave / Sinaloa / Mientras unos explican fórmulas o corrigen ensayos, la maestra Nicole Ornelas sostiene algo más que un cuaderno: carga entre sus brazos a un bebé, el hijo de una de sus alumnas, para que ella pueda seguir estudiando sin interrupciones, sin culpas, sin tener que elegir entre ser madre o ser alumna.
No hay libreta que registre ese tipo de enseñanza. No hay examen que evalúe la empatía. Pero hay momentos como este que valen más que mil calificaciones.
En una sola escena se juntan tres futuros: el de la madre que no se rinde, el del hijo que crece rodeado de amor y oportunidades, y el de una maestra que entiende que educar también es cuidar, apoyar, y tender la mano sin pedir nada a cambio.
Ahí está el verdadero poder de la educación: en los actos que no vienen en los libros, pero que cambian vidas.
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