La Universidad Autónoma de Sinaloa enfrenta una encrucijada que exige más que recortes contingentes: demanda una reingeniería institucional que priorice la modernización pedagógica y administrativa. En el centro de esa transformación está el fortalecimiento del Sistema de Educación a Distancia, una opción estratégica que puede producir ahorros significativos, ampliar la cobertura territorial y elevar la calidad si se diseña e implementa con rigor profesional.
La presión sobre las finanzas universitarias —por obligaciones previsionales, costos fijos de infraestructura y nómina— obliga a repensar la forma en que se produce la educación superior. Las estimaciones conservadoras indican que los modelos virtuales bien implementados reducen los costos operativos por estudiante entre 30% y 50% respecto a la modalidad presencial. Con una matrícula que supera los 160,000 alumnos, una migración escalonada del 25% hacia esquemas virtuales podría liberar recursos del orden de cientos de millones de pesos al año, recursos que deben ser reinvertidos en docencia, plataformas y becas. Transformar gastos de mantenimiento en inversión digital no es solo ahorro; es reorientación estratégica.
El fortalecimiento del Sistema a Distancia no solo ahorra; democratiza. Las comunidades rurales y las zonas periurbanas de Sinaloa verían ampliadas sus opciones educativas sin los costos de traslado y residencia que causan deserción. La educación en línea, diseñada con apoyos socioeconómicos y mecanismos de tutorización, reduce barreras y contribuye al mandato público de la UAS: ampliar derechos educativos. Además, la oferta virtual permite articular formación continua para servidores públicos, pymes y cadenas productivas regionales, conectando la universidad con necesidades productivas y de desarrollo territorial.
Para que la reingeniería sea real y no un parche, la UAS requiere una infraestructura tecnológica profesional que garantice continuidad, seguridad y escalabilidad; plataformas robustas y servicios en la nube administrados con criterios institucionales claros, y un centro operativo que ofrezca soporte técnico permanente. Junto a esto debe existir una política institucional de formación docente masiva y certificada que transforme la práctica pedagógica: los profesores necesitan dominar diseño instruccional, producción de contenidos multimedia y evaluación formativa; ese capital humano será tan valioso como cualquier servidor.
Los contenidos deben ser diseñados en módulos flexibles, con estrategias de micro aprendizaje y evaluación continuaapoyada en analítica educativa que permita medir resultados reales de aprendizaje y corregir a tiempo. La gobernanza debe ser transparente, con indicadores públicos de desempeño y evaluación externa de calidad, además de mecanismos de auditoría técnica para asegurar que los recursos destinados a la transición se usen con eficacia. Finalmente, la transición exige acuerdos laborales que reconozcan derechos y propicien la reconversión profesional de personal académico y técnico hacia nuevos perfiles como gestores de plataformas y diseñadores instruccionales.
Es legítimo el temor ante la pérdida de plazas o la baja calidad derivada de implementaciones improvisadas. La diferencia está en gobernar la transición: comunicar con transparencia, negociar con sindicatos y garantizar que cualquier ahorro se reinvierta en condiciones laborales, formación docente y recursos pedagógicos. Llamar a la reingeniería un “recorte” alimenta resistencias; mostrarla como rediseño estratégico, con metas medibles y protección de derechos, construye legitimidad. La prueba de fuego será el diseño de indicadores que demuestren que los estudiantes en modalidad virtual alcanzan resultados equivalentes o superiores a los presenciales.
Las universidades exitosas que han consolidado modelos a distancia coinciden en un punto: el éxito depende más de la institución que de la tecnología. Gobernanza clara, equipos técnicos permanentes, evaluación externa y formación docente son los factores diferenciales. La UAS no puede permitirse improvisaciones; la reingeniería debe establecer un cronograma, presupuesto específico y metas de cobertura y calidad verificables públicamente.
La reingeniería es una responsabilidad pública: innovar para garantizar sostenibilidad, ampliar derechos y elevar estándares académicos. Apostar por un Sistema a Distancia profesionalizado no es una decisión ideológica, sino técnica y ética para salvaguardar el futuro de la educación pública en Sinaloa. Se requieren decisiones valientes, diálogo con la comunidad universitaria y un compromiso inequívoco de priorizar a estudiantes y docentes por encima de prácticas administrativas obsoletas.
La UAS tiene ante sí una ventana histórica para transformar su operación educativa. Un Sistema a Distancia diseñado con infraestructura profesional, formación docente certificada, contenidos de calidad y gobernanza transparente permitirá ahorrar recursos, ampliar la cobertura y mejorar resultados académicos. Innovar no es una amenaza; es la condición para una universidad pública más eficiente, inclusiva y responsable con el futuro de Sinaloa.
La reingeniería no debe ser vista como una amenaza, sino como una oportunidad histórica para elevar el estándar ético, académico y operativo de la universidad. Apostar por el sistema a distancia es apostar por una UAS más eficiente, más inclusiva y preparada para los desafíos del siglo XXI.
Y como bien se ha dicho en los foros recientes: no se trata de defender administraciones, sino de defender el futuro de la educación pública.
AL PASO que vamos, ya casi llegamos.












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