Mazatlán | Sinaloa | La noche del 31 de mayo de 1996 quedó marcada en la historia de Mazatlán como una de las más trágicas. A las 21:00 horas, un camión urbano de la ruta Jabalíes intentó cruzar imprudentemente las vías del tren, sin lograrlo. El impacto cobró la vida de 34 personas y dejó a decenas heridas. La escena fue desoladora: cuerpos tendidos en la cancha Germán Evers, gritos de auxilio y ciudadanos comunes brindando ayuda sin preparación médica, guiados solo por la empatía.
El suceso paralizó la ciudad. Cada familia afectada conserva su propia versión del dolor, de un duelo que aún no termina. Lo ocurrido no solo dejó una herida abierta, sino también una profunda desconfianza en las autoridades y en la cultura vial. Aunque han pasado casi tres décadas, el recuerdo del Trenazo sigue vivo en la memoria colectiva de Mazatlán, como una advertencia silenciada con el tiempo.
Pese a la magnitud de la tragedia, hoy en día persiste la imprudencia. Los camiones urbanos aún cruzan las vías a exceso de velocidad, con música a todo volumen, como si nada hubiera pasado. Los familiares de las víctimas critican el olvido institucional y la falta de medidas reales para evitar que se repita una tragedia similar. “Pareciera que a nadie le importa”, lamentan.
En homenaje a las víctimas, la antigua avenida Santa Rosa fue renombrada como Avenida 31 de Mayo. Sin embargo, más allá del nombre, la exigencia de los deudos y ciudadanos es clara: memoria con acción. Porque si algo enseñó el Trenazo de 1996 es que la negligencia puede ser letal, y el olvido, imperdonable.
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