Culiacán | Sinaloa | Una nueva oleada de 1,500 elementos del Ejército Mexicano llegó a Sinaloa como parte del reforzamiento a las tareas de seguridad que desde hace meses se llevan a cabo en la entidad, particularmente en Culiacán, donde la violencia ligada al crimen organizado ha detonado la percepción de inseguridad entre sus habitantes.
Los militares arribaron en unidades de todo tipo: camiones de transporte de tropa, camionetas blindadas, ambulancias y vehículos de carga, como parte del operativo federal que busca contener la ola de violencia provocada por la guerra interna entre facciones del narcotráfico en el estado.
Con este nuevo despliegue, suman ya más de 12 mil elementos federales operando en Sinaloa, entre personal del Ejército, Guardia Nacional, Marina Armada de México y la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, que encabeza Omar García Harfuch.
En semanas anteriores, se había reportado la llegada de otros 1,500 elementos de tropa, además de 150 efectivos de Fuerzas Especiales conocidas como “murciélagos”, 150 fusileros paracaidistas y posteriormente otros 90 más del mismo grupo, desplegados principalmente en Culiacán.
De acuerdo con mandos federales, el objetivo es contener y desarticular a los grupos delictivos que desde hace casi un año mantienen una lucha interna por el control del narcotráfico en Sinaloa, particularmente en la capital del estado, donde se han concentrado los mayores operativos y enfrentamientos.
La FEMDO ha confirmado intervenciones específicas contra objetivos prioritarios en distintas zonas del estado, apoyados por la Marina Armada de México. En conjunto, estos operativos representan prácticamente toda la capacidad táctica del Gobierno Federal desplegada en Sinaloa.
El estado vive hoy una de las etapas más militarizadas de su historia reciente, donde prácticamente todo el aparato federal de seguridad opera bajo distintos frentes. Sin embargo, esta lucha entre el crimen y el Estado ha colocado a la ciudadanía en una situación crítica: en medio de los despliegues bélicos y las pugnas criminales, el sinaloense común enfrenta una cotidianidad marcada por el miedo, la incertidumbre y la desconfianza, sentimientos que se perciben con mayor o menor intensidad según el municipio o región del estado donde se viva. La percepción de inseguridad no es sólo una cifra, sino una realidad diaria para miles de personas que, sin deberla ni temerla, terminan siendo víctimas colaterales de una guerra que no han elegido.
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